domingo, 6 de marzo de 2016

Navidad......Raquel González Osende*

Finalista del IConcurso Litteratura de Relato
Foto: ::uge, North Bondi, Ramsgate Ave., una de las mejores vistas

¿Quieres casarte conmigo?
         Fui cobarde y dije sí.
“Debería volver a casa”, pensó Arancha, sola en el malecón al atardecer. El mar estaba en calma y olía a puerto. Una mezcla de mejillones y algas secas que le recordaba a Almuñécar, donde había pasado tantos veranos felices.
“Debería volver a casa.”
Ni estaba en Almuñécar ni el verano era lo mismo. Su casa era ahora un chalet de madera blanca en Sidney, y ese día, Paul y ella recibirían a sus futuros suegros para celebrar la Nochebuena. Las primeras navidades en su nuevo hogar. 
El agua murmuraba contra el dique. La playa se había vaciado antes que de costumbre, por las fiestas. En la quietud del final del día llegaron hasta Arancha las risas de los últimos chiquillos. Hablaban sobre lo que les traería Santa Claus mientras chutaban un balón en la arena aún caliente. Ella había tenido esas mismas charlas con su prima Bea, bien arrebujadas en el colchón de plumas de los abuelos con dos mantas por encima, mientras la Serranía de Cuenca se cubría de nieve. Era extraño. En los tres años que llevaba en Australia, había suspirado por el jamón serrano y los turrones cada Navidad, pero nunca había sentido aquella añoranza íntima del frío y las chimeneas crepitando en la vieja casa de piedra. No hasta que, con la declaración de Paul, la idea de no volver a vivir nunca en España se volvió monstruosamente real. 
Los niños se marcharon. Arancha estaba sola. El sol se hundía en el horizonte y, tras ella, los comercios encendían las luces navideñas. A lo lejos se oían villancicos. El último rayo de sol arrancó un reflejo violáceo a su anillo de pedida. Era una amatista. Paul había recordado que era su piedra preferida, a pesar de que sólo se lo había comentado una vez y sin segundas intenciones. Arancha se lo quitó y le dio vueltas en la mano, sobre el agua, pensando en cuánto más fácil sería todo si Paul no se hubiera acordado de las dichosas amatistas. Si el día anterior no se hubiera pasado dos horas en un atasco para atravesar la ciudad y traerle mazapán de la única tienda española de Sidney. Si no fuera siempre tan bueno, tan perfecto, tan irreprochable… ¡Cuánto más fácil sería todo!
Arancha abrió la mano sobre el agua, con el anillo en la palma, y se preguntó si sería capaz de dejarlo caer.



Raquel González Osende
Tiene 31 años y, aunque es gallega, actualmente reside en Valencia. Es ingeniera química, con mucha afición por la lectura y la escritura. Ha pasado varios años en el extranjero por trabajo, y por eso está muy sensibilizada con la nostalgia que causa la emigración. Lleva participando en talleres de escritura varios años, ha publicado un relato de ciencia ficción en la Antología Artifex (2006), y ahora está empezando a presentarse a concursos; desde Litteratura queremos animarla a que siga así. Ha sido finalista del I Concurso de relato corto "Club de Lectura Ateneo", del I Premio de Narrativa Breve Villa de Madrid y del II Concurso Litteratura de Relato.

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