sábado, 11 de noviembre de 2017

Elogio de la singularidad......Horacio Ladrón de Guevara

Hay una raza de lobas en Nueva Zelanda que cuando una cría nace con una característica diferente a la habitual —color de pelaje, ojos, patas, orejas—, la mata.
         Recuerdo que en todo el continente africano, cuando nace un niño albino, lo consideran fruto del demonio y los persiguen; o deben huir de África o son asesinados a pedradas.
         La singularidad atenta contra el orden establecido. Lo singular es una afrenta a los códigos morales, religiosos. Por eso se fomenta el espíritu de manada. Se insiste a los niños desde pequeños a “integrarse” al grupo. No destacar, no dar la nota. Son los mismos padres los que disfrazan al niño con aquello que es normal ponerse como ropa. Con aquello que es normal en la forma de peinarse. Y ello se traslada a todos los ámbitos: sociedad, amigos, familia, códigos sexuales, erotismo, afectividad. Los pies son para caminar, te dicen, pero ¿y si yo siento placer en caminar descalzo por el verde del bosque, rozando las piedrecitas o las ramas?... ¿Y si me da un enorme deleite que me acaricien los pies? Vicio, te responden.
La singularidad es algo sospechoso. La singularidad no es algo normal. Y ÉSE es su mayor pecado: salirse de la manada para expresar otra forma de balar.
Os voy a hablar de este joven al que conocí hace poco: delgado, 1.70 de altura, con brazos de movimientos suaves. Tronco hermoso y singular. Y con unos ojos verdes que García Lorca se quedaría estupefacto. Allí está él, en un bosque mutilado. Los otros árboles han sucumbido al incendio. Ninguno de ellos tiene frutos; porque ya no hay ganas de futuro. La Moral reinante les encerró en sus catacumbas, y de allí no se sale. El presente es sobrevivir, rapiñando lo que cae del árbol singular, pero a su vez deseando que éste también caiga. Así es lo mediocre: te quiere arrastrar a su fango; quiere embarrarte para llevarte a su terreno. Te quiere empequeñecer, quiere mutilarte el canto; porque tu singularidad lo mata, lo hiere, le da su real dimensión. 
        Iago se llama este ser singular que destaca, además, por su inquietante y negro humor. Toca el violín y es traductor de alemán. 
Satírico, juerguista, erotómano. Amante de lo pacífico. Noble de corazón. Tiene 24 años. Y se equivoca una y mil veces, como tú y como yo.
La loba mata a la cría “rara” porque es rara. Por eso se persigue a los albinos en África; por eso metieron preso a Gustave Flaubert, acusándolo de corromper la moral con “Madame Bovary”.
Por eso metieron en una jaula en USA a Ezra Pound, el gran poeta loco. Por eso entró al mar Alfonsina Storni y no volvió. Por eso mataron en Chile a Víctor Jara; por eso apedrearon y cortaron su cuerpo con afiladas cuchillas marinas a la primera filósofa de la historia: Hypatia. Por eso García Lorca; por eso Miguel Hernández; por eso Alejandra Pizarnik. Por eso Rodolfo Walsh... por eso.
La lista de los seres singulares podría abarcar a tu abuela, a tu tío exiliado, a tu profesora de yoga...
En este mismo instante están haciendo “bulling” a una niña o un niño en muchos colegios de muchos países. Son niñas y niños “raros”. Y en muchos casos, son las propias víctimas las que optan por suicidarse. ¿Puedes hacer algo tú para evitarlo?
Los seres singulares están siempre bajo sospecha, y por ende deben aprender a defenderse desde que son niños. Ana Frank era una de ellas. Malala —la niña paquistaní baleada por querer estudiar— puede ser otra. Nina, mi sobrina-ahijada, podría ser una tercera.
A IAGO, un psicópata que va de jefe le hace creer que realiza bromas inadecuadas. Con mis propios ojos lo he visto. Y me juré a mí mismo buscar una reparación para Iago.
No estoy pidiendo que se les dé condecoraciones; les estoy pidiendo, simplemente, que se les tenga RESPETO. Puede ser tu hijo; puede ser tu hermana; puede ser tu cuñada; puede ser el chico que te trae la compra del supermercado; puede ser la chica de raza negra que vende sus servicios en las Ramblas. Puede ser la bibliotecaria, a la que apenas miramos. Puedes ser tú mismo. Tal vez fue tu abuela. Solo te pido que les tengas RESPETO. 
¿Puedes colaborar en algo tú?
LA SINGULARIDAD ATENTA CONTRA LA MEDIOCRIDAD. No hay escuelas para esos niños; hay que educar a los futuros padres para que no maten la singularidad de los niños que no han nacido aún. Hay que educar a los políticos para que creen leyes que fomenten el respeto por cada individuo, con su mayor singularidad. Si yo fuera imprudente, os podría hablar de mujeres y hombres singulares que viven y están casados en cárceles llamadas matrimonios. Ellas y ellos no han podido protegerse del veneno llamado “Normalidad”. Se han tenido que casar porque así lo dice la HETEROTIRANÍA. Y han tenido que renunciar a su naturaleza para sobrevivir.
No podemos exigir que cada uno se transforme en un héroe para sí mismo. Ya hemos tenido demasiados mártires. Acabemos con la saga.
Cuesta mucho esfuerzo, y te dejas la vida en ello. Yo, como superviviente de ese infierno, puedo hablar porque allí fui mordido por esas  fieras. Con catorce años abandoné mi hogar familiar para hacer auto-stop 1.200 kilómetros y así “proteger” a mi padre y a mis hermanos de mi “singularidad” —salí de allí vivo de milagro. Ni mi padre ni mis hermanos tenían culpa alguna; salvo la de pertenecer a una sociedad maltratadora con lo diferente.
En Barcelona me acabo de enfrentar a dos juicios que interpuse contra dos intolerantes. Uno por homofobia y el otro por abuso de autoridad. En los dos juicios, los jueces fallaron a mi favor. Al homófobo al que denuncié, la jueza le sentenció a una multa de 30 días a cuatro euros diarios, y a pagarme 180 euros por el robo y rotura de mi móvil. El hecho sucedió en plena calle, cuando el acusado insultaba a una pareja de chicos jóvenes que se estaban dando un beso. Me acerqué y lo enfrenté, me agarró la mochila y salió corriendo. Lo perseguí y alcancé a quitarle su bolso, donde el personaje tenía la documentación, y con ello fui e hice la denuncia.
El segundo caso no lo contaré aquí porque me da aún más vergüenza.
A ti te hablo: SI NO TE SIENTES RESPETADO, VETE DE ALLÍ. Si la cosa conlleva agresión, VE Y HAZ LA DENUNCIA. Si tu familia no entiende quien eres, VETE, HUYE.
No te cases para hacer feliz a tu familia, al único que debes hacer feliz es a tí mismo. EL RESPETO POR TU NATURALEZA ES UN BUEN CAMINO HACIA TU FELICIDAD.
No agarres por atajos. Te llevarán al infierno.
No importa si eres heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual, hermafrodita, testigo de jehová, o practicas la abstinencia sexual o cultivas líquenes de la Patagonia. 
O tienes 11 años.
Yo lo he vivido y aquí estoy, cantando y celebrando que hayan seres-árboles como IAGO, que veo en mi presente y en mi futuro, alegrándome la vida con su singular verdor. Y oliendo sus frutos, que son un canto a lo sensual; un árbol bajo el que Afrodita se sentaría a su sombra con gusto. (Este árbol no sabe cuánta riqueza alberga su madera. Suele ser una característica de los seres singulares. La nobleza no es compatible con la vanidad y el pavoneo.)
Debemos proteger lo singular; son especies en peligro de extinción. 
¿Puedo contar contigo? Con tu respeto ya tengo más que suficiente.
IAGO es uno de ellos. Y millones de seres singulares que conviven con nosotros de forma anónima. Por eso escribo esta ferviente e ingenua declaración.
Gracias, amiga/o.


Horacio Ladrón de Guevara, 17 de Abril del 2107

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